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Conversación imaginaria entre los poetas chilenos: Pablo de Rokha y Pablo Neruda. Alonso de Molina

Una tarde cualquiera, en un céntrico café de Santiago de Chile, alrededor de 1965. La atmósfera está cargada de humo de tabaco y el sonido de las tazas de café choca en la barra de madera. Pablo de Rokha, un hombre corpulento y de semblante severo, entra con paso decidido y se sienta en una mesa. Pablo Neruda, de aspecto más refinado, ya está allí, observándolo con una leve sonrisa en los labios

 

¡Vaya, vaya! Exclama Pablo de Rokha. A quién tenemos aquí, nada menos que al poeta más laureado, el gran Neruda, sentado aquí, como un mortal cualquiera. ¿Qué haces tú, el hombre del amor y las metáforas, en un lugar tan terrenal?

 

Carlos Ignacio, responde Pablo Neruda, tú siempre tan directo. ¿No es este lugar lo suficientemente digno para dos poetas de nuestra estirpe? ¿A veces, hasta yo, el poeta de la oda y de la cebolla, necesito algo de café y tierra bajo los pies, no crees?

 

Lanzando una carcajada irónica, responde Pablo de Rokha: ¡Claro, claro! Tú y tu amor por las cosas simples. Pan, vino, cebolla... ¿Y qué más? ¿Una oda a la servilleta que limpia tus manos de burgués? Mientras tú cantas a las cosas pequeñas, yo lucho por una revolución literaria. ¡La poesía es un arma, Neruda, no una caricia!

 

Pablo Neruda, con indisimulada sonrisa sardónica: No te equivoques, amigo mío. Mis palabras también son armas, pero prefiero que sean sutiles, que seduzcan antes de atacar. ¿O acaso crees que los versos de amor no pueden derrocar imperios? Al final, Carlos Ignacio, somos dos soldados en el mismo frente, aunque con armas diferentes.

 

Pablo de Rokha, inclinándose hacia adelante, sus ojos brillando con un destello inusitado, quién sabe si de envidia, responde: siempre has tenido una manera con las palabras, Neruda, no lo puedo negar. Ganaste el Nobel, eres admirado por las masas. Pero no olvides quién soy. No soy una sombra detrás de tu éxito. Mi poesía, aunque menos premiada, es una llama viva, es la voz del pueblo, de la tierra que pisas.

 

Neruda, suavizando su tono, pero con una mirada más intensa, responde: Nunca he olvidado quién eres, Carlos Ignacio. Eres un gigante, un volcán de versos indomables. Tu voz es una fuerza de la naturaleza, innegablemente poderosa. Tal vez, en algún rincón de mi corazón, te envidie esa rabia tuya, ese fuego. También te admiro, pero no te equivoques, en este mundo de poetas, necesitamos tanto de tu grito como de mis susurros.

 

Rokha, haciendo una pausa, templa su tono y a media sonrisa responde: supongo que en eso tienes razón, Ricardo Eliécer*, quizás, al final, somos dos caras de la misma moneda. Tú, el poeta del amor y la melancolía. Yo, el de la furia y la rebelión. (Sonríe con cierta tristeza). La poesía es un vasto océano, y hay espacio para los cantos de sirena tanto como para las tormentas.

 

Pablo Neruda, asiente lentamente. Brindemos, entonces, por esa poesía que nos une y nos separa. Por nuestras diferencias que nos enriquecen y por las similitudes que, aunque pocas, nos conectan. (Levanta su taza de café) Brindo por ti, Pablo de Rokha, por el poeta que nunca deja de rugir.

 

Pablo de Rokha, responde al brindis, levanta su taza y esboza una sonrisa sincera por primera vez. Y yo brindo por ti, Neruda, el poeta que no deja de cantar. Que nuestras voces sigan resonando, incluso cuando ya no estemos aquí.

 

Ambos beben en silencio, saboreando el amargo del café y la compleja dulzura de su conversación.

 

Es de público conocimiento los conflictos y enemistades irreconciliables entre estos dos grandes poetas. Pero, según parece, al menos hubo gestos —aunque débiles— de conciliación. Así, por ejemplo, con ocasión de la muerte de Pablo de Rokha, Neruda declaró que lo había visitado en el hospital donde pasó varios meses, y que entonces tuvieron conversación. ¿Qué podrían haber hablado?

 

La idea de una conversación en el lecho de muerte entre Pablo de Rokha y Pablo Neruda es un escenario profundo y cargado de simbolismo. A pesar de sus diferencias y conflictos a lo largo de sus vidas, la proximidad de la muerte puede suavizar rencores y abrir espacio para la reconciliación.


¿Cómo podría haber sido esa conversación, reflejando el complejo vínculo entre ambos?

 

Podríamos imaginar una habitación de hospital en el Santiago de Chile de 1968. El ambiente probablemente sobrio y silencioso, con el característico olor del desinfectante. Observamos a Pablo de Rokha que permanece recostado en una cama, debilitado por la enfermedad, pero con su espíritu aún intacto. Lentamente se abre la puerta de la habitación y aparece Pablo Neruda, con un gesto compungido, denota seriedad y cierta tristeza en sus ojos. De Rokha, aunque visiblemente agotado, levanta la mirada hacia él y permanece en silencio.

 

— Hola, Carlos Ignacio. Me alegra que estés despierto. Me han dejado pasar solo un momento.

 

—De Rokha mueve la cabeza, un tanto irónico a la vez que, con voz vacilante, exclama: —¿Y qué milagro te ha traído aquí, Neruda? ¿Vienes a ver cómo se apaga el volcán?

 

Neruda sonríe con un deje de tristeza y a su vez responde: —No, viejo amigo, no vine a eso. Solo quería verte. A veces, los caminos de la vida son extraños, y los que se han cruzado tantas veces no deberían terminar su andar con rencor.

 

Con una leve sonrisa, Pablo de Rokha, puntualiza: —¿Sabes?, siempre me pregunté cómo sería esto. Tú y yo, en el ocaso de nuestros días, mirándonos a los ojos sin ese fuego de enemistad entre nosotros. Quizás he pasado demasiado tiempo odiándote... o más probablemente, odiando lo que representabas.

 

Acercándose un poco más a la cama, responde Pablo Neruda: —¿Y qué es lo que crees que represento? Siempre sentí que nuestras luchas no eran tan diferentes. Ambos queríamos una voz para nuestro pueblo, una justicia para nuestra gente. Tal vez usamos caminos distintos, pero el final que buscamos, al fin y al cabo, no es tan diferente.

 

Antes de responder, Pablo de Rokha, cierra los ojos por un instante y respirando con dificultad, responde: —Te vi como el poeta de la elite, el consentido por los círculos intelectuales y los premios. Mientras tanto, yo era la voz de los olvidados, de los que luchaban en las sombras. Pero quizás fui demasiado ciego... tal vez no te di suficiente crédito. (Abre los ojos y mira a Neruda) Te envidié, Neruda. Porque tenías lo que yo nunca tuve: el reconocimiento de las masas.

 

Sentándose junto a la cama, Neruda, persiste: —¿Y crees que eso me hizo feliz? Te diré algo, Carlos Ignacio, la fama es un espejismo, una ilusión que desaparece cuando la miras de cerca. En el fondo, todos buscamos lo mismo, que nuestras palabras tengan eco, que no se las lleve el viento. Y aunque nuestros caminos han sido distintos, ambos pudimos hacer resonar nuestras voces. El mundo, créeme Carlos, no podrá olvidarnos fácilmente.

 

Con escuálida risa, de Rokha, responde: —Tienes razón, Neruda. Tal vez, después de todo, no fuimos tan diferentes. Dos lobos en la misma montaña, gruñendo y mostrando los dientes, pero siempre entendiendo la necesidad del otro.

 

—Dos lobos, sí. Responde sonriendo Neruda. Pero tal vez ya es la hora de dejar de gruñir. Ambos hemos dicho y hecho lo suficiente para que nuestras voces vivan más allá de nosotros.

 

Suspira, Pablo de Rokha, cerrando los ojos. —Tal vez. Tal vez sea tiempo de paz. Gracias por venir, Neruda. No te lo digo como un poeta a otro, sino de hombre a hombre. Al final de la vida, tan solo nos queda la humanidad.

 

Neruda se inclina y toca dócilmente la mano de su tocayo de Rokha, mientras responde: —Nos queda la poesía, amigo mío, y eso es lo más humano de todo. Cuídate, Carlos Ignacio. Que la muerte te encuentre con la dignidad de siempre. Tras estas palabras, Neruda se levanta de su asiento lentamente dirigiéndose a la puerta y dejando atrás a un Pablo de Rokha con una leve sonrisa en los labios. Quizás por primera vez, ambos se sienten en paz, aunque solo sea por un breve momento.

 

Esta conversación ficticia intenta capturar la esencia de una posible reconciliación entre estos dos grandes poetas, que, a pesar de sus diferencias y rencores, compartieron un amor profundo por la poesía y por su país.

 

Para completar este artículo sobre dos de los más grandes poetas chilenos, Pablo de Rokha y Pablo Neruda, presento un breve balance de la vida y obra de Pablo de Rokha y Pablo Neruda, dos de las figuras más importantes de la poesía chilena y latinoamericana del siglo XX, que, aunque compartieron el mismo nombre de pila y una patria común, sus trayectorias y estilos literarios los diferenciaron marcadamente, así como sus enfoques ideológicos y filosóficos.

 

Finalmente comentar que tanto Pablo de Rokha como Pablo Neruda representan dos formas de entender la poesía y el rol del poeta en la sociedad. Mientras que de Rokha se posicionó como un crítico acérrimo de las élites y un defensor de los marginados con una voz potente y desafiante, Neruda abarcó un espectro más amplio de temas, desde el amor hasta la política, con una voz que podía ser tanto íntima como épica. Ambos compartieron un profundo amor por su país y una visión comprometida con las causas sociales, aunque sus trayectorias y estilos fueran marcadamente distintos.

 

Ambos fueron gigantes de la poesía chilena, aunque sus estilos y visiones del mundo fueran diferentes. Sus diferencias y rivalidades fueron parte de su tiempo, pero hoy, sus legados poéticos se reconocen como pilares fundamentales de la literatura chilena y latinoamericana, cada uno aportando una visión única y complementaria del mundo a través de la poesía.

 

 

Acerca de Pablo de Rokha (Carlos Ignacio Díaz Loyola)

1. Vida:

-Nacimiento y origen: Nació el 17 de octubre de 1894 en Licantén, una pequeña localidad de la región del Maule, en Chile. Su nombre de nacimiento fue Carlos Ignacio Díaz Loyola, pero adoptó el pseudónimo de Pablo de Rokha, que resonaba con la fuerza y contundencia de su carácter y su obra.

-Formación y juventud: Desde joven mostró interés por la literatura y se rebeló contra las estructuras académicas tradicionales. Estudió en el Internado Nacional Barros Arana y luego en la Universidad de Chile, aunque no completó sus estudios universitarios.

-Vida personal: En 1916, conoció a Winétt de Rokha, su futura esposa, quien sería una importante influencia en su vida y obra. Juntos tuvieron nueve hijos, y Winétt también se destacó como poeta.

-Muerte: Pablo de Rokha sufrió mucho en sus últimos años, enfrentando dificultades económicas y el dolor de la muerte de algunos de sus hijos, especialmente de su hijo Pablo, también poeta. Se quitó la vida el 10 de septiembre de 1968 en Santiago de Chile.

2. Obra:

-Estilo y características: Su poesía se caracteriza por un tono grandilocuente, vehemente y muchas veces combativo. Era un poeta de contrastes, entre lo sublime y lo grotesco, lo divino y lo humano. En sus obras abundan las imágenes potentes, la denuncia social y una constante crítica a las estructuras de poder.

-Temáticas: De Rokha abordó temas como la injusticia social, la explotación, la identidad nacional y la lucha de clases. Su poesía es profundamente política y comprometida, destacándose por su énfasis en la defensa de los oprimidos y marginados.

-Principales obras: Entre sus obras más importantes se encuentran "Los gemidos", "Canto de trinchera", "Canto del macho anciano", y "Fuego negro". Su poesía es un reflejo de su temperamento ardiente y su visión crítica del mundo.

-Reconocimientos: A pesar de su talento y de su prolífica producción poética, de Rokha no alcanzó el reconocimiento internacional que sí obtuvieron otros poetas de su generación, lo que fue motivo de amargura para él. Sin embargo, en Chile es considerado uno de los grandes de la poesía, siendo galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1965.

 

Acerca de Pablo Neruda (Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto)

1. Vida:

- Nacimiento y origen: Nació el 12 de julio de 1904 en Parral, una pequeña ciudad en la región del Maule, Chile. Adoptó el pseudónimo de Pablo Neruda en honor al poeta checo Jan Neruda.

- Formación y juventud: Desde muy joven mostró un gran talento para la poesía. Publicó su primer libro, "Crepusculario", en 1923, seguido por "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" (1924), que lo catapultó a la fama por su intensidad lírica y sus temas amorosos.

- Vida personal: Neruda tuvo una vida personal compleja, con varias relaciones sentimentales y matrimonios. Fue un activo diplomático y militante comunista, lo que lo llevó a recorrer el mundo y a involucrarse en causas políticas internacionales.

- Muerte: Falleció el 23 de septiembre de 1973 en Santiago de Chile, pocos días después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende, su amigo y compañero de ideales. Las circunstancias de su muerte, inicialmente cáncer de próstata, han sido objeto de controversia, con investigaciones que sugieren que podría haber sido envenenado, tal como en el año 2023, las investigaciones concluyeron que fue envenenado por órdenes del gobierno en el hospital donde estaba ingresado y murió doce días después del golpe militar de Pinochet, cuando planeaba exiliarse en México.

2. Obra:

- Estilo y características: Neruda es conocido por la riqueza y variedad de su obra. Su estilo es versátil, capaz de expresar tanto la más intensa pasión amorosa como la más profunda reflexión política o filosófica. Sus poemas combinan lirismo, imágenes sensoriales y un profundo compromiso social.

- Temáticas: Aborda una amplia gama de temas, desde el amor y la naturaleza hasta la política y la historia. Sus "Odas elementales" son famosas por su celebración de lo cotidiano, mientras que en "Canto general" aborda la historia y la geografía de América Latina desde una perspectiva épica.

- Principales obras: Entre sus obras más destacadas se encuentran "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", "Residencia en la Tierra", "Canto general", "Odas elementales", y "Memorial de Isla Negra". Su capacidad para reinventarse y explorar nuevas formas y temas es una de las razones de su perdurable influencia.

- Reconocimientos: Neruda recibió numerosos premios y distinciones a lo largo de su vida, incluyendo el Premio Nobel de Literatura en 1971, un reconocimiento a su enorme contribución a la poesía universal. Es considerado uno de los poetas más importantes del siglo XX, con una influencia que trasciende fronteras y generaciones.

 

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