Soy descendiente de Apolo. Mis pupilas son púrpuras. Mi cabello largo, rubio y mechado, negro. Mi complexión es parecida a la del hombre de Vitrubio.
Puede parecer raro, o quizá no tanto viniendo de donde vengo, pero mi piel está manchada de miles y diminutos brochazos impresionistas. Mi pecho es un relieve, un friso en constante movimiento
emitiendo figuras y representaciones abstractas en 3D. En mi espalda, coexisten millones de imágenes caprichosas, cromáticas, que cambian azarosa y video gráficamente: unas veces relatan a un
tren atravesando un valle a gran velocidad, otras, cirros y estratos limpios de polución. En algunas ocasiones aparecen hojas de laurel, el rostro de Dafne o de algún ser extraterrestre perdido
por alguna nebulosa del cosmos. Números, fórmulas, ecuaciones, símbolos tántricos, emblemas étnicos, signos tecnológicos ininteligibles, alegorías evocadas por códigos desconocidos para el ser
humano; también, y a modo de hologramas, personajes humanoides gritando de dolor y de alegría. Son tantas las metamorfosis que no sabría contabilizároslas ni contároslas. Lo lamento. Esa amalgama
visual metafísica sucede en mi espalda. Únicamente la siento. No puedo verla.
No estaré mucho tiempo por aquí, pero hay un trabajo imprescindible y formidable que hacer. No me gusta el rumbo tomado por este pequeño planeta. Sus habitantes creen que tienen recambio
para todo. Pobres necios. Si ellos supieran lo que les espera después de eso que llaman Tiempo… Es curioso, hasta incluso inventan dioses. Es tan grande el espacio y tan micro
infinitesimal la existencia en esta diminuta porción de la vía láctea… En fin… mucho trabajo por hacer. Esperemos que salga bien, aunque a todo el mundo no le satisfaga. Y tanto que no le
satisfará.
16 de octubre de un año cualquiera del tercer decenio. Siglo XXI.
Primero serán los medios de comunicación texanos, prensa y televisiones locales, inmediatamente el asunto transcenderá vertiginosamente a nivel país y posteriormente, vía digital, la noticia
correrá globalizante enterando a casi todo el planeta: la playa de South Padre Island habrá desaparecido. Cincuenta y cinco kilómetros de longitud. Más de un millón de toneladas de arena se
habrán esfumado de súbito.
El mismo día, todos, absolutamente todos los mástiles del mundo habrán quedado desnudos. Ni a media ni a total asta. Simplemente rastro ninguno de tela. Sólo aire y viento confundido,
estupefacto al no poder enarbolar trapos de colores con escudos, signos y emblemas como de costumbre: Arboladuras de embarcaciones marítimas, edificios y sedes oficiales, campamentos militares
mundiales, organismos internacionales, consistorios, estadios deportivos, museos, monumentos, plazas de ciudades, de pueblos, de aldeas, de hoteles, de hasta incluso viviendas privadas, en
todo el planeta, todas las banderas, gallardetes, blasones y estandartes, fuera cual fuera su nacionalidad, intención continental, propósito comunitario o ciudadano y por supuesto religioso,
habrán dejado de ondear, de existir físicamente expuestas al cielo, a la tierra , al ojo de cualquier ser vivo. Todas. Todas sin excepción.
Resultado: Más de setenta millones de toneladas de tela desaparecerán de sopetón, puede que más.
Día posterior al día 16 de octubre. 10:43 horas.
En las sedes de New York y Washington, tanto en la de la O.N.U (Organización de Naciones Unidas) como en la del Fondo Monetario Internacional (F.M.I), respectivamente, comenzarán a entrar dos
faxes, ambos idénticos, mismo texto, misma hora:
Muy señoras y señores míos:
Mi nombre es ininteligible, extraño e irrelevante. Soy descendiente del dios Apolo, y por tanto, también deidad del arte para serles más concreto. No soy el enemigo. Soy el más solidario de los
intrusos. Pueden darme un abrazo si quieren, pueden mandarme a roer cáscaras y fomentar los ingresos de mi casera porque tenga que quedarme en su pensión más tiempo del preciso, aunque les
advierto: eso me va a cabrear bastante. Ustedes no son la única creación habitada ni por tanto la única vida egoísta, defectuosa y autodestructiva del Universo, así pues, vamos a intentar
llevarnos bien. Yo también padezco de ansiedad por mi existencialismo eterno. Levantarme con capacidad de comerme un mundo materialista y desayunar con un zumo de soledad por mera cuestión
de cuidos y mimos frustrados, me hace un tipo deífico con causa y recursos para ganarles el partido al primer toque sin un tocar un solo balón. Respeten a los niños, joder. No me hagan
castigarles mandándoles a la cama sin postre. Claro que, como ustedes, los poderosos no tienen problema… audaces trepas consolidados. No soy un terrorista, pero puedo serles un
insufrible grano en el culo, su vomitera de indecencia e insolidaridad moral tras una indigestión de nómina dopada. ¿Saben que hay criaturas que mueren de hambre y enfermedad en su planeta?
¿Puedo tutearles? Insisto, macarras de amnistía legal para fiscalías. Vamos a llevarnos bien porque estoy loco por incordiar y poseo un talento instintivo natural para hacerlo. Me lo paso pirata
con el único ojo sin tapar cuando se me salta la lágrima al crear dudas en vuestra demagogia, en vuestros votantes o cuando sublimo a las gentes para eclosionar como revolucionarios potenciales
en el caso de que seáis dictadores. El diablo no es mi amigo, me cae muy mal, pero está deseando que le pida un favor para pasarme factura y reclamarme con efecto retroactivo la gracia concedida,
por cierto, a un interés muy alto que no pienso pagar yo: ¿vosotros?, pues con toda probabilidad. No estoy en venta. No admito sobornos. Nada mejor que mirar un mundo desde la exosfera para
obtener la clarividencia necesaria y repararle lo estropeado. Venga, va, portaros bien. Si vosotros no acabaréis en comisaría, ni ante los tribunales, yo os garantizo que tampoco lo haré, a menos
que la adrenalina y la musa depravada de turno me lo exijan en un momento de debilidad haciéndome teñir de confusión vuestro sistema depravado e injusto. La pintura podría extraerla de todo el
color brioso de vuestro lujo. Yo soy un dios artista de mierda, pero tan desconocido como el que me ha inventado. Reinventad al Hombre. Por cierto, el próximo 20 de diciembre es el día de la
solidaridad. No me decepcionéis. Estaré pendiente de vuestros progresos. Id preparándoos el examen. Valoraré que aprobéis los parciales previos. Al igual yo estoy meditando en alguna cafetería de
la nebulosa de Orión. Atentos, que las conversaciones pueden ser grabadas.
Sí, afirmativo, yo soy el causante, el único culpable de lo ocurrido ayer en el sur de Texas, en la playa de South Padre Island. Un millón doscientas mil toneladas de arena ahora repartidas entre
Burundi, Eritrea, Sudán, Chad, Etiopía, Yemen, Zambia y Haití, aunque eso sí, convertidas irreversiblemente en alimentos de primera necesidad: Trigo, arroz, leche, legumbres, etc. Ayer no
murieron por desnutrición muchos miles de lactantes y niños. ¿No os parece fascinante, caraduras? Ayer, 16 de octubre fue el día mundial del hambre. Qué casualidad y puntería ¿no creen? A la
vista está. Revisen los reportajes, noticieros y documentos gráficos de South Padre Island. No es una broma.
Todas las toneladas de banderas han sido invertidas en ropa, tiendas de campaña para refugiados, mantas y otros manufacturados textiles básicos, también para juguetes no electrónicos y material
sanitario de primera urgencia como algodón hidrófilo, gasas y esparadrapo. He escuchado risas infantiles y jolgorios felices en Sierra Leona, Madagascar, Mozambique y también en algunos
otros países maltratados por la miseria y el infortunio. Les garantizo que es uno de los sonidos más bellos que pueden escucharse en este planeta. Música para la esperanza que nada tiene que ver
con el puñetero reguetón.
Por tanto, y ya para terminar, os advierto: O ustedes comienzan a poner medidas serias y eficaces sobre sus pulidas mesas diplomáticas, o me veré obligado a intervenir con más determinación y
dureza. Sus cuentas corrientes, los balances bancarios de los más ricos podrían verse afectados hasta en un 85 %, grandes entidades empresariales y monopolios incluidos. Ese capital iría
destinado a la construcción de pozos, escuelas, hospitales, centrales de energía no contaminante y maquinaria agrícola, por supuesto también medicinas. Demasiado riesgo para sus sistemas
financieros. No hay rencor por mi parte, que les conste, pero se pondrían en peligro todas las bolsas del mundo, el sistema financiero mundial se vería muy afectado. Evítenlo, porque luego se
suicidan como ocurrió en el crack del 29 y sin embargo, la vida sigue. Es curioso, unos se matan por perder dinero y otros mueren consecuencia de no tenerlo para alimentarse. El ser humano debe
prevalecer por encima de todo, aunque muchas malas personas cohabitantes en este mundo merezcan desaparecer.
Por lo demás no hay más. Soy descendiente de Apolo. Adoro la poesía y de vez en cuando ejerzo de contrabandista de felicidades. Los más desfavorecidos no pagan impuestos y los
privilegiados se sienten más contentos al donar parte de esa riqueza que tanto les perjudica la salud consecuencia del estrés y la ansiedad. Esa es mi propuesta. Creo que es bastante loable. A
veces, el ser humano, sólo puede solidarizarse con sus homónimos cuando descubre la palabra drama en un momento existencial de su vida.
Mi nombre es engorroso de pronunciar. Soy el más contemporáneo de los dioses del arte. Vengo de cualquier lugar del universo y mis pupilas son púrpuras, mis cabellos largos, rubios y mechados,
negros. Mi complexión es parecida a la del hombre de Vitrubio y me gusta el astro que os ilumina. El sol de vuestra galaxia sale para todos.
Perdonen las molestias.
Andrés Rubia Pedreño (junio -1965)
Escritor. Poeta cantautor performancista. Metaforista plástico. Artista literario.
Autor de: -“Relatos para leer en vida” – 2001. Editorial Alhulia -“La última lágrima de un hombre. Grandes éxitos cínicos”- 2006. Editorial Alhulia -
“El amor del Diablo” – 2016. Áltera. Ediciones Lacre. -Ciudad celeste (antología de poesía en colectivo) – 2017. Instituto de Estudios Almerienses. - Más allá del Sur (antología de poesía en
colectivo. Grupo poetas del Sur)- 2017. Veloz Quietud.
Colaborador en varias revistas literarias, entre otras, Salamandria, Transparencias, La voz de la cometa, Creatividad Internacional, así como en multitud de eventos
relacionados con el arte, la poesía musical y la literatura. Su obra plástica, tanto en pintura literaturalizada como en escultura permanece oculta al público, en colección privada. Como
cantautor, posee más de 23 canciones, aún inéditas.
www.andresrubia.com
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Imagen: Antonios Ntoumas
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