“No iremos al mar porque es intolerable la visión de tanta vida y grandeza
llegando hasta nuestros pies encadenados”
Escribir sobre Reinaldo Arenas no es fácil, no se puede decir lo suficiente en ningún espacio. Con sólo leer alguno de sus cuentos, algunos de sus versos o alguna de sus novelas podemos advertir
una melancolía y una tristeza, un corazón siempre amante, una pasión y una rabia contra un gobierno injusto. Su sensibilidad y su fuerza le permitieron perseguir sus alucinantes sueños de
libertad que apenas probó. “Conoció la prisión, el ostracismo, el exilio, las múltiples ofensas típicas de la vileza humana”, tal y como lo menciona en su “Auto epitafio”, su último poema.
Reinaldo Arenas nació en 1943 cerca de Aguas Claras, un pequeño poblado rural cerca de Holguín Cuba, era de orígenes humildes y publicó su primera novela en 1967 “Celestino antes del alba”, con
la que recibió el primer lugar en el concurso de la UNEAC, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en la que refleja los días de su infancia y las cosas que vivió durante ella. El personaje
principal “Celestino” se ve insultado y menospreciado por escribir poemas, pues se ve como expresión de una sexualidad desviada, en esta obra, dicen los expertos, ya se nota su originalidad y la
riqueza de su narrativa. En 1969 su novela “El mundo alucinante” fue premiada en otra edición del certamen anual de la UNEAC, pero le negaron el premio por considerarla impublicable y contraria
al régimen. Entonces Arenas fue perseguido y adolorido reclamante de la libertad. Logró más, publicándola en México y posteriormente en Francia, con la que obtuvo el premio a la mejor
novela extranjera y con la que el escritor selló su reconocimiento internacional. Nos muestra y nos demuestra las atrocidades que un gobierno injusto puede ejercer y ejerce, sellada por la
persecución y la fuga y por el enfrentamiento contra el poder en un adolorido reclamo por la libertad. Desgarradora, desolada y amorosa, pareciera estar escrita en algún renglón destinado de la
vida que anticipara su novela autográfica “Antes que anochezca”, que concluyó a los finales de su vida, siendo testimonio personal y político del gobierno inquisidor y carcelario de la Cuba
castrista que, por ser un escritor y por ser homosexual, lo juzga, encadena y castiga cruelmente en su perpetuidad. Nos narra en “El mundo alucinante” la vida de Fray Servando Teresa de
Mier, un fraile mexicano al que admira y con el que parece identificarse, y escribe en un escrito posterior a la novela: “Fray Servando víctima infatigable”. Fray Servando es un personaje
histórico, que vivió en los siglos XVIII y XIX y que por sus ideas poco ortodoxas sufrió persecuciones, destierros y fue encarcelado numerosas veces. Arenas se coloca en lugar del fraile, un
perseguido como lo fuera él mismo a partir de entonces.
Fue en 1980 cuando el escritor sale de Cuba durante el Éxodo de Mariel* para vivir en el exilio gran parte de su vida.
“Reinaldo Arenas hace en sus obras una crítica a las ideologías represivas al régimen, por ejemplo, se ve en Arturo, la estrella más brillante (1982), cuyo protagonista se ve encerrado en un
campo de "reeducación" por ser homosexual”.
Arenas es uno de los escritores hispanoamericanos más reconocidos del siglo XX. Algunas de sus obras más importantes son, por supuesto, “El mundo alucinante” (1969), “El palacio de las
blanquísimas mofetas” (1980), "Otra vez el mar" (1982), “Arturo, la estrella más brillante” (1984) y las póstumas “El color del verano” (1991) y “Antes que anochezca” (1992), que es su
autobiografía.
Reinaldo Arenas se suicidó en su departamento de Manhattan a los 47 años, el 7 de diciembre de 1990, tres años después de ser diagnosticado de Sida. Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas
al mar, seguramente desde donde aún se presiente esa energía poética que lo distingue, esa energía rebelde y soñadora disuelta en el mágico éter de la libertad.
Auto epitafio (último poema)
Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sórdido horror tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
-precisamente porque nos marchamos-.
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo, el exilio,
las múltiples ofensas típicas de la vileza humana; pero siempre lo escoltó cierto estoicismo que le ayudó a caminar por cuerdas tensas o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía una ventana por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto (ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.
En este poema el autor nos resume su vida y sus ideas libres de convencionalismos sociales, su enfrentamiento a la muerte, a la que no piensa esperar, su deseo de que sus cenizas se arrojaran al
mar y finalmente nos menciona su personalidad, siempre amante y soñadora, y su preferencia sexual.
Les comparto también el siguiente poema, mezcla de tristezas e impotencias, unas letras donde se percibe al adolorido poeta, al artista enfrentándose a la realidad de un mundo de violencia, de
tiranía, injusticia que no acepta y en su búsqueda de la libertad la puerta de salida que encuentra es el arte... la poesía… Hasta la muerte.
Introducción del símbolo de la fe
Sé que más allá de la muerte
está la muerte,
sé que más acá de la vida
está la estafa.
Sé que no existe el consuelo
que no existe
la anhelada tierra de mis sueños
ni la desgarrada visión de nuestros héroes.
Pero te seguimos buscando, patria,
en las traiciones del recién llegado
y en las mentiras del primer cronista.
Sé que no existe el refugio del abrazo
y que Dios es un estruendo de hojalata.
Pero
te seguimos buscando, patria,
en las amenazas del nuevo impostor
y en las palmas que revientan bulldogceadas.
Sé que no existe la visión
del que siempre perece entre las llamas
que no existe la tierra presentida.
Pero
te seguimos buscando, tierra,
en el roer incesante de las aguas,
en el reventar de mangos y mameyes,
en el tecleteo de las estaciones
y en la confusión de todos los gritos.
Sé que no existe la zona del descanso
que faltan alimentos para el sueño,
que no hay puertas en medio del espanto.
Pero
te seguimos, buscando, puerta,
en las costas usurpadas de metralla,
en la caligrafía de los delincuentes,
y en el insustancial delirio de una conga.
Sé que hay un torrente de ofensas aún guardadas
y arsenales de armas estratégicas,
que hay palabras malditas, que hay prisiones
y que en ningún sitio está el árbol que no existe.
Pero
te seguimos buscando, árbol,
en las madrugadas de colas para el pan
y en las noches de cola para el sueño.
Te seguimos buscando, sueño,
en las contradicciones de la historia
en los silbidos de las perseguidoras
y en las paredes atestadas de blasfemias.
Sé que no hallaremos tiempo
que no hay tiempo ya para gritar,
que nos falla la memoria,
que olvidamos el poema, que, aturdidos,
acudimos a la última llamada
(el agua, la cola del cigarro).
Pero
te seguimos buscando, tiempo,
en nuestro obligatorio concurrir a mítines,
funerales y triunfos oficiales,
y en las interminables jornadas en el campo.
Te seguimos buscando, palabra,
por sobre la charla de las cacatúas
y el que vendió su voz por un paseo,
por sobre el cobarde que reconoce el llanto
pero tiene familias…y horas de recreo.
Te seguimos trabajando, poema,
por sobre la histeria de las multitudes
y tras la consigna de los altavoces,
más allá del ficticio esplendor y las promesas:
que es ridículo invocar la dicha
que no existe “la tierra tan deseada”
que no hallarán calma nuestras furias.
Todo eso lo sé.
Pero te seguimos buscando, dicha,
en la memoria de un gran latigazo
y tras el escozor de la última patada.
Te seguimos buscando, calma,
en el infinito gravitar de nuestras furias
en el sitio donde confluyen nuestros huesos
en los mosquitos que comparten nuestros cuerpos
en el acoso por sueños y aceras en el aullido del mar
en el sabor que perdieron los helados
en el olor del galán de noche
en las ideas convertidas en interjecciones ahogadas
en las noches de abstinencia
en la lujuria elemental
en el hambre de ayer que hoy hambrientos condenamos
en la pasada humillación que hoy humillados denunciamos.
en la censura de ayer que hoy amordazados señalamos
en el día que estalla
en los épicos suicidios
en el timo colectivo
en el chantaje internacional
en el pueril aplauso de las multitudes
en el reventar de cuerpos contra el muro
en las mañanas ametralladas
en la perenne infamia
en el impublicable ademán de los adolescentes
en nuestra voracidad impostergable
en el insolente estruendo de la primavera
en la ausencia de Dios
en la soledad perpetua
y en el desesperado rodar hacia la muerte
te seguimos buscando
te seguimos
te seguimos.
*El éxodo del Mariel fue un movimiento en masa de cubanos, quienes partieron del puerto Mariel, en Cuba, hacia los Estados Unidos entre el 15 de
abril de 1980 y el 31 de octubre de 1980. A los inmigrantes o miembros de este éxodo se les conoce de forma despectiva como los “marielitos”
Cristina Sainz Sotomayor
Universidad de Sonora
Secretaría de Educación y Cultura en Secretaria de Educación Pública (México)
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