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Por alguna razón, mi santa, no parece estar de buen humor. Por Pedro Almansa

 

 

Hoy ha sido un día raro, muy raro. De esos que al acabar te quedas con la extraña sensación de haber dejado alguna cosa por hacer. Que algo se te escapa o pasas por alto.

 

He vuelto a repasar mi agenda en el móvil. “Qué tiempos aquellos de agendas de tapa dura y personalizadas en las que te podías permitir garabatear con tu propia letra lo que se te antojase, con la seguridad de resultar ilegible para los demás, y a veces para ti mismo”, pienso mientras reviso y compruebo que todo lo que había previsto ha sido afrontado en tiempo y forma —como los recursos para Hacienda o Tráfico—. Entonces me pregunto: ¿Qué diablos se me escapa? Y vuelvo a revisar una por una las tareas o gestiones que había anotado por prioridades, como mandan los cánones:

 

A las 08:30 me dirijo al taller para la puesta a punto Pre ITV de mi vehículo.

 

A las 10:15 me presento en la ITV, algo más pobre, pero con la arrogancia que produce la seguridad de llevar la tarea bien hecha.  No obstante, sigo las instrucciones de mi mecánico y justo antes de acceder a la inspección procedo al ritual de ruidosos acelerones para eliminar el negro asuntillo ese de la carbonilla en el escape. Descubro una sonrisita irónica y mirada suspicaz por parte del operario de turno que no consigue menoscabar lo más mínimo la seguridad En mi mecánico y en mi turismo.

 

Pero… ¡Error! ¡ITV desfavorable!

 

—Señor —se dirige a mí el operario con semblante serio —su vehículo no ha superado la prueba de gases.

 

— ¿Cómo es posible? —replico con la incredulidad propia de quien se sabe inocente y omito lo de “debe ser un error”. Menciono al taller y la eficiencia incuestionable de mi mecánico al que respeto tanto como a mi médico, pero esto no parece impresionarle lo más mínimo.

 

—Vuelva a llevarlo a su taller —dijo con la calma que otorga el poder—, ellos sabrán lo que hacer. —añadió encogiéndose de hombros.

 

A las 11:15 vuelvo al taller sin ningún tipo de reproche por mi parte y les muestro la “sentencia”. Ni se inmutan, lo que me hace suponer que ya están habituados.

 

A las 12:20 regreso a la ITV aún más pobre y después de recorrer varios kilómetros en marchas cortas, siguiendo la prescripción dada. Por supuesto menos ufano que la vez anterior. Debo esperar un buen rato, pero al final… todo OK.

 

Últimamente las revisiones ITV están intratables.

 

A las 13:30 paso por Correos para retirar un frasco de pastillas antioxidantes cuya base es un alga milagrosa que afirman elimina los radicales libres (No se refiere a políticos sino al exceso de oxígeno no aprovechado celularmente). Por si acaso habrá que probarlas, pero no pienso mirarme al espejo constantemente. Si acaso una decena de veces al día.

 

A las 14:05 me dirijo al Centro Comercial Alcampo con el fin de adquirir algunos encargos de mi Santa (por Santaella de apellido). Ya que estoy en el centro comercial tengo un barrunto y aprovecho para pedir un duplicado de la llave con mando del turismo. Solo tengo una, dado que la otra se extravió hace mucho. Y ¡Oh sorpresa! La marca de mi coche, según me dicen, es la mar de pijotera y no es tan fácil de conseguir. Así que de principio opto por una llave simple, sin el mando a distancia. Total, después del asunto de los gases… Sin embargo, me prometo a mí mismo tener especial cuidado en no perder la que tengo actualmente. No estoy muy seguro de poder cumplirla, pero le pondré ganas. No sé yo.

 

A las 15:35 acudo al encuentro del ingeniero industrial que ha tramitado la homologación de tres imprescindibles elementos que llevo instalados en la autocaravana y que otra ITV me echó para atrás después de pasar con esos mismos elementos durante catorce años consecutivos. Pero esa es otra historia, por suerte, ya resuelta.

 

A las 16:20 cumplo mi promesa de visitar a un amigo y crítico literario en su pequeño “huerto de ciudad”, del que llevado de un súbito arrebato hortelano se ha hecho cargo recientemente. No sé yo. Un intelectual sembrando lechugas, cebollas y un sinfín de productos por el estilo, como mínimo resulta algo chocante.

 

—Pedro, esto es muy divertido —insiste con ánimo de convencerme. Mientras repara con mimo un caballón de tierra en el que los brotes de cebolletas asoman hambrientos de sol.

 

—Además se hace ejercicio —insiste. De pronto abandona la azada y con una navaja curva corta de cuajo una larga y puntiaguda hoja con pinchos de Aloe Vera.

 

—Toma, frota con esto el dorso de la mano y verás.

 

Hago lo que me dice con un pequeño trozo y compruebo que tiene razón. La piel de mis manos cobró vida y luz de forma inmediata.

 

—Está bien —respondo admirado—, pero yo quiero alguna sandía. Cuando las tengas.

 

—Las tendré y una o dos serán tuyas.

 

Estoy seguro de que cumplirá con su palabra. La ilusión humana es maravillosa. Hoy he sido testigo.

 

A las 17:50 regreso a casa satisfecho de haber cumplido con la disciplina de un militar con mi agenda. Mi Santa por alguna razón no parece estar de buen humor.

 

A las 18:00 como cada tarde me siento ante el portátil y reanudo mi tarea escritora hasta las 21:00. Mi cuarta novela.

 

Al acabar me asalta la duda mencionada al principio y finalmente caigo en la cuenta de qué se trata:

 

No he comido en todo el día y además es el 14 de febrero.

 

¡Qué cabeza la mía!

 

 

 

Pedro Almansa García es vocal honorario de la Unión Nacional de Escritores de España.

 

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