Poesía En bicicleta
Raúl Gonzalo Arias Chancusi
El último Tzántzico
Suave pantera del tiempo
te deslizas
lames mi piel de cachorro,
dejas un escozor en el brazo
me despiertas cuando quiero dormir
me permites dormir cuando estoy cansado.
Suave reloj de plumas
montón de desperdicios
lata de basura brillando en mis ojos:
con ella haré una bomba casera
una bomba que explote.
No sé cómo soy
ni me interesa.
¿A usted le interesa?
Siento la piel del viento
y la acaricio.
No derramo una lágrima-lente
detrás de una puerta
ni viro un vaso
para que se ahoguen.
El sol quema
y me agrada.
Puedo ser limítrofe
del mundo,
vivo mal,
leo los periódicos
para enterarme
que hablan mal de mí.
Digo: si no me conocen
¿cómo pueden hablar mal de mí?
Empujo una carreta,
llevo un balde,
pregono
lo que ustedes ven.
Voy a las plazas,
no me escondo,
no me conocen
ni me conozco muy bien yo.
No sé cómo soy
ni me interesa.
***
El poeta maldito que quiere pasarse las horas
bajo agradables techos, recogiendo las moscas
o peinándole a dios su peluca tostada.
El poeta maldito que no quiere ser desplazado
y sus dos brazos medio rotos luchan por coger
el arroz entero y echárselo a la panza.
El navajero y pelador de palabras
como papas con gusano.
El oidor incesante.
El casi criminal.
Linfático, nervioso estudiante de las canciones
de las cocineras y de los cantantes populares.
El todo-sol, todo-.
Oculto puede existir para el amor
aunque de amor esté hambriento como un lobo.
¿Qué son las calles –dice- sino puentes colgantes
entre la vida y la muerte?
Sin embargo, pulidas, hermosas como ojos de iguana,
el camino desde la mosca hasta el ciego,
establecido por un trayecto de miradas,
incomparable,
incomparable en su vuelo de madera.
El poeta maldito fuma espermas para no aburrirse,
duerme en la puerta del horno
para que se queme el pan,
para que el sordo siga en su sordera,
para que el monje sea completo, con fusil.
El poeta de piscis
prepara su testamento bajo el agua,
y cree, sobre todo cree en la superficie de la tierra,
y le estorba un moco grande
que vio pegado en la pared
y tiene que almorzar en la fonda negra
frente a un buitre de humo
y bebe chicha con esquirlas
y el un ojo ignora de vez en cuando
lo que hace el otro
y sus medias se le han pegado al alma
y el alma llena de mugre va a parar
junto a la ropa en una soga, a secarse,
para que la sigan usando.
Quiso desposarse y ahora hay problema
en el ruido del bosque.
El canto del pájaro, a las seis.
El yunque, a las seis.
Para que siga durmiendo el biempensante.
No sabe aún si quiere cabra, puta, violeta y fragancia
o mugre entumecida y triste.
***
Paseó por el bosque con el sexo erecto
detrás de la bragueta.
Junto a él –rumor de hojas frescas-
la tibia escalinata del amor, rodeada el talle
por manos anhelantes.
La luna en Verne, lámpara-amor todavía,
y abajo entre las ramas y la noche,
el vello jugoso exprimiendo cortinas.
El amor quizá sea grande cuando se lo continúe.
cuando lo canten mil y otro mil lo escuchen atentos.
Ahora, no. Ahora es una revista pornográfica,
un coito con tijeras.
“Estate quieta, estatua de la vida”.
“Prohibiré la lucha de clases”.
Con tanta estupidez, el sol parece quemar más,
¡y que así sea!
La amé en un portal.
Fuimos a la iglesia
para acariciar sus senos.
“Almorzamos con tal vagabundo.
Nos reímos mucho. Del carajo y del plato sucio”.
Despósate.
Quedemos en esto.
RAUL ARIAS CHANCUSI
Quito, 24 de febrero de1943
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