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Tres Poemas de Poesía en Bicicleta de Raúl Arias Chancusi

Poesía En bicicleta

 Raúl Gonzalo Arias Chancusi

 El último Tzántzico

 

 

Suave pantera del tiempo

 

te deslizas

 

lames mi piel de cachorro,

 

dejas un escozor en el brazo

 

me despiertas cuando quiero dormir

 

me permites dormir cuando estoy cansado.

 

Suave reloj de plumas

 

montón de desperdicios

 

lata de basura brillando en mis ojos:

 

con ella haré una bomba casera

 

una bomba que explote.

 

No sé cómo soy

 

ni me interesa.

 

¿A usted le interesa?

 

Siento la piel del viento

 

y la acaricio.

 

No derramo una lágrima-lente

 

detrás de una puerta

 

ni viro un vaso

 

para que se ahoguen.

 

El sol quema

 

y me agrada.

 

Puedo ser limítrofe

 

del mundo,

 

vivo mal,

 

leo los periódicos

 

para enterarme

 

 

que hablan mal de mí.

 

Digo: si no me conocen

 

¿cómo pueden hablar mal de mí?

 

Empujo una carreta,

 

llevo un balde,

 

pregono

 

lo que ustedes ven.

 

Voy a las plazas,

 

no me escondo,

 

no me conocen

 

ni me conozco muy bien yo.

 

No sé cómo soy

 

ni me interesa.

 

***

 

El poeta maldito que quiere pasarse las horas

 

bajo agradables techos, recogiendo las moscas

 

o peinándole a dios su peluca tostada.

 

El poeta maldito que no quiere ser desplazado

 

y sus dos brazos medio rotos luchan por coger

 

el arroz entero y echárselo a la panza.

 

El navajero y pelador de palabras

 

como papas con gusano.

 

El oidor incesante.

 

El casi criminal.

 

Linfático, nervioso estudiante de las canciones

 

de las cocineras y de los cantantes populares.

 

El todo-sol, todo-.

 

Oculto puede existir para el amor

 

aunque de amor esté hambriento como un lobo.

 

¿Qué son las calles –dice- sino puentes colgantes

 

entre la vida y la muerte?

 

Sin embargo, pulidas, hermosas como ojos de iguana,

 

el camino desde la mosca hasta el ciego,

 

establecido por un trayecto de miradas,

 

incomparable,

 

incomparable en su vuelo de madera.

 

El poeta maldito fuma espermas para no aburrirse,

 

duerme en la puerta del horno

 

para que se queme el pan,

 

para que el sordo siga en su sordera,

 

para que el monje sea completo, con fusil.

 

El poeta de piscis

 

prepara su testamento bajo el agua,

 

y cree, sobre todo cree en la superficie de la tierra,

 

y le estorba un moco grande

 

que vio pegado en la pared

 

y tiene que almorzar en la fonda negra

 

frente a un buitre de humo

 

y bebe chicha con esquirlas

 

y el un ojo ignora de vez en cuando

 

lo que hace el otro

 

y sus medias se le han pegado al alma

 

y el alma llena de mugre va a parar

 

junto a la ropa en una soga, a secarse,

 

para que la sigan usando.

 

Quiso desposarse y ahora hay problema

 

en el ruido del bosque.

 

El canto del pájaro, a las seis.

 

El yunque, a las seis.

 

Para que siga durmiendo el biempensante.

 

No sabe aún si quiere cabra, puta, violeta y fragancia

 

o mugre entumecida y triste.

 

 ***

Paseó por el bosque con el sexo erecto

 

detrás de la bragueta.

 

Junto a él –rumor de hojas frescas-

 

la tibia escalinata del amor, rodeada el talle

 

por manos anhelantes.

 

La luna en Verne, lámpara-amor todavía,

 

y abajo entre las ramas y la noche,

 

el vello jugoso exprimiendo cortinas.

 

El amor quizá sea grande cuando se lo continúe.

 

cuando lo canten mil y otro mil lo escuchen atentos.

 

Ahora, no. Ahora es una revista pornográfica,

 

un coito con tijeras.

 

“Estate quieta, estatua de la vida”.

 

“Prohibiré la lucha de clases”.

 

Con tanta estupidez, el sol parece quemar más,

 

¡y que así sea!

 

La amé en un portal.

 

Fuimos a la iglesia

 

para acariciar sus senos.

 

“Almorzamos con tal vagabundo.

 

Nos reímos mucho. Del carajo y del plato sucio”.

 

Despósate.

 

Quedemos en esto.

 

 

 

 

 

RAUL ARIAS CHANCUSI

Quito, 24 de febrero de1943

 

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