
NOCHE
Gotea la enmudecida noche
sobre una copa, bebo
la sapidez de sueños anónimos
y se deslía como almíbar en mi lengua.
Se esparce un viento en la cima de los árboles,
murciélagos sobrevuelan
entre la luna de azahar,
en las frígidas aguas de Alaska
perdura una calma asombrada.
Sobrevino el amor,
la lujuria ardiente
en el lecho conyugal
de edredón añil;
en las sábanas yacía
un sudor prolongado;
las suspirantes voces
en los adyacentes caminos,
las ficciones placenteras
en sus lances amorosos.
Pétalos nocturnos
cayeron como serpentinas.
Un ventanal despejado
donde la noche
penetra en silencio.
El péndulo áureo del reloj
—bajo un vestíbulo—
menea marcando las horas
que nada
las interrumpen.
Las arácnidas caminan
lentas en el techo
con sus patas alargadas,
forman con hilos
las simetrías irregulares
de sus lóbregas viviendas.
¡Oh, cazadoras de moscas inocentes!
Noche de gatos vagabundos
en los tejados de los callejones
con sus sinfónicos maullidos,
y los faroles alumbrantes
de mosquitos azotadores.
La noche se despedaza en sus riberas
cuando la marea se eleva en un instante,
y la luna
lame
un trozo de océano.
En el comedero
tejen mis manos
una leyenda misteriosa
de siluetas
con el fulgor de las candelas.
Noche sin palabras, retumbante,
como la melancolía tormentosa;
submarinos que nos advierten
de las corrientes sin censura.

MANIFIESTOS
Manifiéstate
con un corno,
y haz caer
densos
manifiestos,
regándolos
a la Tierra:
sus engendros,
sus sombras,
sus memorias,
sus melodías,
sus desolaciones,
sus entierros que pulverizan el olvido.
Manifiéstate,
desde la uña ya cortada,
desde el mar sereno que olean sus ascuas,
desde la justicia de los injustos,
desde una fe en candela y crucifijo,
desde un ciego que contempla con sus oídos,
desde las llagas que asoman en la piel como tragaluces.
Retoma las pancartas del manifiesto
corriendo en las arterias del tiempo;
no pares, no pares
que a los alevosos segundos les vale.
Levanta el asta del manifiesto;
ondea a la muerte,
hazla volar como cóndor,
que se agite su cordura al cosmos
para no sentir su cáustica tristeza.
Manifiéstate desde un sueño,
sigue su lío acechante:
mundo desbordado, ficticio,
que crees y vives;
no despiertes
hasta que sea un caos,
hasta que te levantes besando al susto
en el lecho de la calma.
Por la mirilla del manifiesto:
los embusteros se asoman,
los fumadores se justifican
con el encendedor y el pitillo,
y los pobres acarician su caminata
sin importarles la miseria.
Van y vienen los manifiestos;
se estacionan en todas partes,
rompen silencios,
se destrozan en adyacencias,
vuelan y saltan
de patria en patria.
LOS ALUDIDOS
Los aludidos van por ahí,
convenciendo votos a cambio de promesas;
en la hilera, los afluentes del gentío.
Ellos aman y alaban al dinero como un dios
que los acompaña con sus maletas infladas de compadrazgos,
entre copas de festejos e intercambio de favores.
Galopean en sus motines circos de chismes para aferrarse a su puesto,
donde seguidores los elogian con esperanza de ver un milagro cercano y se
olvidan de que la tracción los ha retumbado como frágiles peces pudriéndose de
miseria.
Estamos cansados de tonterías.
¡Queremos justicia, no bombardeos ambiciosos!,
¡queremos que sean dignos, no que nos indignen…!
Una certeza es clara, sabemos que van a ser los mismos;
aunque salten igual que chapulines o muden de colores,
son camaleones henchidos de hueca vocación.
***

Sebastián Montiel (México, 1989)
José Sebastián Montiel Rodríguez. Tiene cuadriparesia espástica. Maestro en Administración de Negocios, egresado del Centro Universitario Hidalguense. Es autor de Cataratas del tiempo y Manifiestos. Escribe poesía y narrativa, Ha tomado talleres de escritura con Diego José, Agustín Cadena, Mijail Lamas, por mencionar algunos. Publicó sus poemas en la Revista Principal de Acapulco, Guerrero, en la Revista TN, en Pachuca, Hidalgo. En 2014 participó en la antología de poesía y narrativa del Primer Encuentro de Escritores Hidalguenses CAF.
Escribir comentario
Adriana (sábado, 29 marzo 2025 17:37)
Hermoso trabajo